Sinopsis
Estas cartas se escribieron para un colectivo determinado y, al circunscribirse, a él podría resultar complicado malentenderlas fuera de este contexto y aún desde éste. Puede que sólo sirvan como mero recordatorio de algunos acontecimientos que en las cartas quedan puntualmente reflejados. Entonces, quizá le convenga al lector fijarse, más que en el caso en sí, en lo que se refiere a lo que se critica o alaba, e intentar entresacar de los textos aquello que le encaje respecto de la intención con la que se hicieron; considero que tal intención queda suficientemente esclarecida. Siempre he sido consciente, por qué no decirlo, de que el acto físico de comunicarme con los “míos” me procuraba también un tufillo de osado, libertino y algo pendenciero, adjetivos estos que hoy no parecen tener mucha aceptación, pero que, en otras edades, eran todo un lujo para quienes se hicieran acreedores a ellos. Tengo que decir, en honor a la verdad, que cada ejercicio lo he llevado a cabo con la libertad que a mí mismo me he dado y me han consentido, y los textos de los argumentos han sido tratados con el celo de corrección que exigían mis sentimientos, que son los que son, sin más ahondamientos psicológicos.
Acerca del autor
Florencio Pérez Villar
Corría el día 7 de noviembre de 1949. Era la hora de la siesta y mi madre estaba descansando en un camastro instalado en un desvencijado casetón de aperos de labranza, sito en un cortijo donde trabajaba en la limpieza y como amamantadora intrusa de un crío de leche. Ya estaba en avanzado estado de gestación. Al parecer le dio un apretón, como si se estuviera orinando sin poder contenerse, cosa que no le pareció extraña, ya que la flojera de la vejiga era consustancial a todos los embarazos que había tenido. Se bajó de la cama, se agachó para coger el orinal que había debajo. En cuclillas, apretó, y el ser que llevaba dentro, o sea, yo, resbaló y cayó en la bacinilla. Mi hermana, ante los gritos de mi madre, salió corriendo a la casa y desde allí llamaron a la comadrona para que terminara la faena. Me dijo mi hermana que lo primero que oyó decir a mi madre, conmigo agarrado a una de sus enormes tetas, fue: ¡Qué cosa más fea! Contar cuitas, aventuras y aconteceres ha sido siempre una cualidad que he deseado tener desde muy joven. La conveniencia o no de hacerlo en estos momentos no ha sido para mí una batalla interna. Nadie podrá llamarme por ello mentiroso, pues la mentira consiste, sobre todo, en la ocultación dolosa de la verdad, lo que significaría estar dañando la imagen de otros para el lucro personal, o la invención de una patraña para ocultar la realidad. Este caso no obedece a ninguna de las fórmulas de lo que podría suponerse el engaño pernicioso, sino más bien a una entelequia propia del niño que se ha sentido vacío y necesita llenar una vida que no tenía valor alguno y darle forma al modo de entender un universo personal al margen del mundo mismo.
Características
ISBN: 9788493806545
Edición: Primera
Año de Publicación: 2012
Páginas: 245
Encuadernación: Rústica
Idioma: Español